Cautividad

Cansa, fastidia, enloquece

todo se derrumba en el pliegue de mi alma,

y no hay nada que se pueda hacer,

¡Y no se trata de esfuerzo, de voluntad!

Estoy hablando de romper los paradigmas,

los moldes que nos mala acostumbran,

las viejas costuras,

remiendos de otras épocas,

años que se han ido,

y no han dejado,

sino dolor y miedo,

frustraciones aberrantes,

dilemas como conjuros malignos,

grietas en el corazón,

incurables, afectadas,

por la obsecuente envidia de la soledad,

de la marginalidad,

y la influencia celosa de la desdicha,

que nos empuja hacia otros reinos,

imponentes, antiguos, irrazonables,

prepotentes como la misma humanidad,

 

Silenciosos son sus pasos,

los que se aproximan, en tanto duermo,

mientras descanso de los rigores,

de la infatigable persecución del hambre,

de la sed, de la mitad de todo,

¡Son como iglesias dormidas que a nadie cobijan!

Pecados irresolutos, indemnes, maliciosos,

que obligan, arrecian, amedrentan,

a que me arrodille,

y me encierren en los patíbulos,

en los comedores de los condenados,

¡Me obligan a comer la hiel de mis temores!

Oh, yo sé de lo que hablo,

y no lo doy como testimonio,

¡Es una tangible verdad!

En la oscuridad me han hablado,

ellos, ¡todos ellos!

Han pronunciado mi nombre,

y ríen muy a pesar mío,

se ríen de mí,

Sí; yo los he escuchado,

en las brumas del amanecer,

en los ocasos antes de la llegada de la noche,

en el ulular del viento,

ellos persisten,

al igual que los feligreses de una mundana procesión,

se encaminan hacia los rituales,

a llorar sobre los altares,

con sus velas y demonios que los acechan,

 

Y en tanto contengo el aliento,

Sumido en la confrontación,

penitente y de rodillas,

avanzo hacia mi libertad,

¡Es mi sueño!

¿Y quién lo comprende sino yo?

Nadie se ha acercado en mis penumbras,

nadie se ha movido,

las puertas permanecen cerradas,

y,

¡cuánta oscuridad hay aquí!

Pálido es el día de mi desventura,

un preludio, un perfil sagrado,

sin palabras de consuelo,

desconcertante, reprimido,

sin el reconfortante aprecio de la compasión,

¿Qué es la penitencia, en aguas consagradas?

Todo es demasiado arcaico, insolente,

como una verdadera aflicción agitada,

fría, sin definición,

supersticiosa, irrefrenable,

una insensible pared de arcilla y desinterés,

 

Allí me rendí,

en mi propia cárcel, en mi tormenta,

en una solícita y desventurada,

debilidad, extensa y aterida,

un abismo tembloroso, imperturbable,

un umbral vacío, anegado de fango,

de llanto, doloroso, consumido en silencios,

Sin reconciliación, incapacitado,

helado y en contra de mi voluntad,

 

Y al verme estremecido,

separado de los gemidos de mi sangre,

de los latidos de mis arterias,

de las sienes golpeadas,

de ese fragor fantasma,

mis ojos hundidos y dilatados,

se abrieron al asombro de mi tenacidad,

Cobijado en las raíces de la confusión,

me vi corriendo en pos de mi libertad,

Y es que yo,

había luchado contra el ocaso de las llamas,

que buscaban desmenuzar mis fuerzas,

y toda esa convulsa opresión,

fue incapaz de detenerme,

por ello, y mis deseos,

resistí la esclavitud y el dominio,

de controlar mi existencia desgarrada,

 

He dicho que había huido,

No; tal expresión,

es insuficiente en su definición,

Mejor sería decir,

que batallé y vencí,

herí a mis opresores,

los derroté,

y, finalmente,

pude escapar, pude apartarme de ese lugar,

nada llevé conmigo,

no desoí la voz de mi espíritu,

las sucias túnicas que me vistieron,

fueron arrojadas al mar,

Fue en ese momento que reí de esperanza,

había atravesado los confines del exilio.

 

 

cautividad

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