Rescato aquella noche contigo, frente a un café, una vela y una copa de Tía María. Pareces nerviosa, acabo de darte vida nuevamente y no sabes hacía donde te conduciré esta vez. Atrás quedaron numerosas noches, en las que, revoloteando desnuda entre sabanas, me complacías más allá del recuerdo, más allá de la conciencia, donde solo existía una necesidad extenuante. Citas siempre apasionantes, aunque a pesar de numerosos intentos, tu carácter seguía luciendo cierto aire irreal en ellas.
Rebelde, salvaje, indomable, odias mis realidades, ansías libertad. Envenenado las palabras que pongo delicadamente en tus labios, reflotando tu naturaleza entre ellas. Adueñándote y torciendo a tu parecer cuidadosas lineas escritas. En ocasiones, jugando a seguirme la corriente, dejándote hacer, dejándome sentirte. Resbaladiza, pasas a encontrar los recovecos, las carencias, hurgando en mi interior mejor que nadie, debilitándome.
Te revivo sin cesar, como un necio que no quiere ver que has aprendido demasiado, que me sobrepasas. Sorprendido por como has conseguido esclavizarme.
Aquí me hallo de nuevo, en la misma noche, frente a un café, una copa y una vela apagada. Segura, confiada, pues sabes que estas ganando la partida, infectando todos los rincones de mi mente con el fin de desquiciarme.
Pactemos con elegancia, con una última copa, librarnos de nuestro mutuo sufrimiento en bucle.
Mi rendición. Olvidarte es tu libertad, es mi vacía realidad.
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