Día gris

No existe alegría más grande en este mundo, que pintar junto al amor de tu vida el cuarto destinado para tu futuro primer hijo. Juguetear un poco por ahí y un poco por allá con la pintura, dar aquellos besos que solo pueden ser dados al abrazarla por la espalda, recibir aquellos besos que solo pueden ser recibidos al ponerse ella de puntillas, hablar de como se conocieron, y debatir los últimos puntos sobre el nombre del futuro hijo; son como parte de un ritual no escrito que llena el alma, es de esos momentos en donde la vida tiene un mejor sabor. Pero, sobre todo, es efímero.

¿Quién nos dijo que la vida no es cruel?

Seguramente aquel mentiroso, no tuvo que pintar esa misma habitación con pintura gris, borrando con cada brochazo la felicidad que un día se vivió, borrando con cada brochazo el recuerdo de un hijo que ya no vendrá, de una madre que ya no será igual. Borrando con pintura gris, para que el cuarto vuelva a combinar con el color de la casa, vuelva a combinar con el color del alma.

 

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