José María Atienza Borge
Si fuera posible condensar todos y cada uno de los aplausos que han inundado las calles desde que se iniciara el confinamiento,
Si estuviera al alcance de nuestra mano fundirlos en una única secuencia de homenaje y agradecimiento sin fin hacia nuestros sanitarios y sanitarias,
Aún echaríamos en falta algún que otro batir de palmas más para ovacionar a personas como tú.
Desde el aplaudir sosegado y fatigoso de la octogenaria anciana que se ha asomado cada tarde a las ocho, siempre puntual, al balconcito de su casa, hasta el batir de palmas del inmigrante sin papeles que ve como su salud empeora al caer el sol pensando en su familia ausente.
O desde el joven adolescente que ha sufrido la embestida de su primera crisis de ansiedad, hasta la mujer soltera que trata de sacar adelante como puede a sus dos hijos.
Todos nosotros hemos abarrotado tu consulta durante el tiempo que fuiste nuestro médico. Siempre aguardando pacientemente a que nos llegara el turno porque sabíamos que tu manera de atendernos era única y especial. Nos hacías sentir como en casa, confiábamos en tu saber hacer y jamás escatimaste un minuto de tu tiempo para con nosotros.
Dedicado a Manuel G., médico de familia fallecido en Madrid a causa del Covid-19.
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