Hoy atrapé una gota de lluvia en mi mano.

Elevé mi mano al cielo casi que por azar, sin motivo mayor que el de saber si la lluvia amainaba,  y en un parpadeo ya ella estaba deslizándose por mi mano perdiendo su forma y su esencia mientras lo hacía.
Por un instante y para que no se derramará, dejé que me atrapará una sutil y extraña necesidad de contener una de sus gotas, e hice bien porque ese instante sería suficiente para que la pequeña gota me contara la historia de su vida.
Dijo que hacía poco y en lo alto del cielo había nacido junto con miles como ella y que cuando terminó de brotar presurosamente fué encaminada hacia el borde de una nube. Allí le dijeron que a la señal inconfundible sería dejada caer con sus compañeras; a todas les advirtieron tambien que sus vidas individuales durarían lo que demoraran en golpear con algo en la tierra, porque luego la dejarìan atrás y  pasarían a ser parte de un colectivo de gotas en el que serían indistinguibles unas de otras.

Me habló de sus compañeras junto con las que había estado mirando hacia abajo con  incertidumbre, inseguras de la duración de su existencia, incapaces de saber si después de intempestivamente llegar a la tierra y mezclarse con las demás, recordarìan quienes fueron. A pesar de que todas sabían que su nueva vida podría acarrear la consecución de algo grande y poderoso, capaz de herir y moldear la tierra; sabian tambien que seria al costo de perder su identidad individual y la memoria de su fugaz vida.
A algunas les emocionaba ese destino, a otras como a esta fragil gota que reposaba en mi mano les asustaba olvidar sus efímeras vidas.
Me contó tambien que mientras estaban dubitativamente mirando hacia abajo, de pronto vieron una gran luz que las enceguecio, después vino un fuerte y ensordecedor sonido que hizo temblar todo a su alrededor, sintiendo como si el cielo en donde habitaban se hubiese roto. Después, se encontraron cayendo hacia lo desconocido, sin poder evadir su destino, sin actuar en favor de detenerse o volver a subir, se dieron cuenta entonces que no quebaba más que experimentar el viaje, pues no podrían escapar.
Habló por última vez antes de pedirme que la dejara terminar de caer,  solo para decir que se sentia complacida de que alguien sepa la historia, de su corta pero intensa vida.
Luego gentilmente ladee mi mano y la deje caer sobre un charco en donde de apoco se mezcló con la masa de agua y silenciosamente desapareció para siempre la pequeña gota, narradora de su historia.

MM

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2 Comments

  1. Anónimo yo 4 marzo, 2022 at 11:57 pm

    Interesante metáfora sobre lo efimero de la vida

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  2. Lunatica39 9 abril, 2022 at 8:34 pm

    Que bonito… Formamos parte de un todo como las gotas en el océano pero individualmente únicos y valiosos. Saludos

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