EL FANTASMA DEL HAMBRE
El fantasma del hambre llegó puntual a la medianoche,
Ni el frío ni la soledad de las calles lo asustaba, claro, ¡era un fantasma!
Pero además, con hambre no hay miedo que valga.
Así que, con la puntualidad que lo caracteriza, lo vi acercarse a unas bolsas de basura, agacharse frente a ellas y escrutarlas con la solemnidad y respeto de un maestro joyero.
Mientras buscaba la gema que aplacaría su hambre, bajo la luz de un poste solitario, el silencio hacia infinita la noche.
Luego, con preciosos movimientos, tras seleccionar alguna vital porción, el fantasma del hambre, culminó su acto, cerrando la bolsa nuevamente, para no dejar rastros de su presencia.
Le pregunté porque era tan prolijo en su accionar y me contestó que todos son fantasmas porque les robaron el futuro,
y aunque comieran basura siempre conservaban su dignidad.