A lo largo de la historia se han escrito un sin fin de profesias sobre el fin de los tiempos.
Desde antiguas escrituras, hasta actuales series televisivas que anuncian el final de una era.
Solemos creer que el final es un evento único. Una fecha marcada en un tiempo determinado. Pero, si por el contrario, a lo largo de nuestra historia pasamos por diversas etapas que llegan a un fin…¿no es éste una clase de apocalipsis?
Si bien no es el final de toda una especie, destrucción humana, espiritual o como prefieran imaginar, porqué no tomamos estos momentos de destrucción interna como un apocalipsis propio. ¿No dicen que luego del apocalipsis todo renacerá?
Si nos vemos conducidos a nuestro propio renacimiento, debido a la destrucción de viejas creencias, internas o externas, ¿no le estamos quitando valor a nuestro proceso?
Renazcamos entonces desde nuestras propias cenizas, volvamos más fuertes, cómo seres más intensos y acabemos con nuestras propias ataduras. Aferrémonos entonces al fuego que tenemos dentro, ese que aunque algunas veces este casi extinto, se mantiene como un piloto, esperando una corriente que le exija agrandar la llama. Llevémonos entonces de la mano a nuestro nuevo yo.
Caminemos por los nuevos senderos, recojamos las cenizas de nuestro pasado, aprendamos las lecciones necesarias y tengamos fuerza, que no será ni el primero y seguramente no el último por el que pasaremos, pero si nos hemos levantado antes, lo podremos hacer nuevamente.
Renazcamos entonces desde lo más profundo de nuestro ser. Y demos gracias a nuestro propio apocalipsis.
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